Portugal, soberano de nuevo desde 1668, había logrado conservar o recuperar extensos dominios coloniales: en África (la zona costera de Guinea, Angola y Mozambique), y América del Sur (una buena parte del actual Brasil).
El primer rey de la restauración, Juan IV de Braganza, murió antes de ver el fin de la guerra de Independencia, y fue sucedido por sus hijos: el incapaz Alfonso VI y Pedro II, el cual ensayó una política interior nacional, mercantilista y absolutista.
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